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Abrevadero

En esta neblina se desliza cada noche. La neblina lo suaviza todo. Es una estela de nubes que cubre de gris lo que recorre. Los caminos sinuosos diluyen sus curvas en ella. La luna pierde efecto sobre los amantes tras su humo. El agua baja su temperatura para camuflarse y pasar desapercibida. La niebla es un sabueso en busca del rocío. Es lo único que quiere, es lo único que persigue. La niebla quisiera ser un cazador de insectos, un mercenario en contra de los artrópodos que se le adelantan y se beben el rocío. Ella se precipita al borde de la locura cada que se detiene en las amapolas y las encuentra vacías. Las recorre, frota su vaporosa piel en el interior de la cuenca de cada amapola por si quedó alguna gota. Su búsqueda es frenética y la rugosidad de los pétalos le promete cada vez ser la habitación de, aunque sea, una minúscula muestra de la deseada esfera, cada vez cree en la promesa y cada vez se deja caer disipada sobre el suelo por la decepción. Entre los adoquines busca las raíces de alguna planta que le permita descansar y recuperarse. Lo logra cada vez, es ese deseo hambriento de rocío lo que le lleva a elevarse por encima de las flores, por encima de los hombres y prepararse para la siguiente madrugada.

 

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Escritora. Mar de nervios en esta carne contrahecha. Sentir, sentir, sentir. Y de ahí pensar. Y así decir. Y en todo eso vivir. Vivo colgada de la parte baja de la J en la palabra ojalá.
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