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Declaración de otra víctima de la Ciudad Monstruo

La ciudad es un monstruo traicionero, te dice que te ama y nunca vuelve a llamar. Te dice que te odia con una desconcertante caricia al alma. Te llena de nuevas memorias pero te duelen sus recuerdos.

Entramos caminando hacia las escaleras que conducen al pasaje subterráneo. El Metro hervía en personas, pero  eso no evitó que notara tu presencia. Tus audífonos rotos y arreglados con cinta adhesiva, decorados con el sticker de una banda que odio. Tus manos jugaban nerviosas con dos monedas de 10 pesos.

Ibas unos cuantos pasos delante de mí, no encontré ningún buen pretexto para acercarme. Seguimos caminando por el largo túnel.

Detuviste precipitadamente tu camino, compraste una paleta de caramelo, un paquete de chicles y un pequeño chocolate. Pasé de largo e hice la cara más interesante que pude, bueno, lo intenté.

Giré la mirada y conectamos nuestros ojos por un segundo —tal vez menos—, perdí la sangre del cerebro, del estómago y la fuerza de las piernas. Me sentí mareado y desorientado. Enojado por mi cara de idiota.

Terminaba el túnel y caminabas unos cuantos pasos atrás. Cerré los ojos, seguí caminando y supe que sólo necesitaba una nueva oportunidad para cruzar miradas.

Ya no estabas. Al abrir los ojos vi tu silueta lejana encaminada en dirección Universidad y yo seguí mi ruta hacia Indios Verdes. Te perdí para siempre.

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Escritor. Hombre bueno, de mal genio. Escribo, leo, vendo, imagino y fumo cosas.
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