Skip to content

Fugas

Imposible tener el tiempo entre manos. Corre como un río. Los antiguos intentaron apresarlo, pero las clepsidras no eran más que una fugaz ilusión. Al final del día, volvía a correr el agua –esa imagen del tiempo– y el contenedor se quedaba vacío. Era preciso volver a llenarlo, a sabiendas de que la prisión quedaría desolada en el sueño.

Antes de dormir, en el silencio de la noche, el ritmo se vuelve más insistente: late una música continua. Pero llega el momento en que cesa de sonar, cuando los ojos se cierran. En el sueño despierta el desierto, esos jeroglíficos de viento y arena que hablan despreciando el gobierno del tiempo.

Viento y arena en el desierto. Destinos ingobernables, rebeldes irredentos. Jerarcas absolutos de la muerte inevitable, en cuya correspondencia no aguarda nada comprensible. Se ha querido encarcelar el tiempo entre cristales y volver visible su paso para imponerle medidas, mas siempre desobediente se escurre.

También los relojes padecen taquicardias. Un desfase infinito que teje desencuentros. Los rostros de agua y arena pasan, mueren lentamente frente al espejo, y los mecanismos de precisión se oxidan y desgastan. ¿Dónde se esconden esos segundos que el ladrón roba al adelantarse impunemente, apresurado por dar la hora?

 

Loading
Escritor. Sirocco es una agitación, un temblor, viene del desierto y de la mar. Susurra su camino al oído de la arena, allí deja su huella y presagia vida, pues en su camino respira el agua y le regala oleaje. Sirocco es movimiento, grito del silencio, fértil aridez que acoge las voces de todo, animado con su aliento. Así la tinta, como Sirocco en la arena, deja rastro. Sirocco un viento marino que escribe en el papel de las aguas, revela los trazos de la vitalidad, esa sorpresa del ojo ante el resplandor del rayo que penetra la espesura de la tormenta de arena; recuerda que hay que respirar, detenerse, ver y sentir, para seguir… Con la tinta, el barco ancla, se detiene en la mar, y llega a la luz el fondo; a veces, el surco sacude como un temblor y con la fuerza de un naufragio lleva a profundidades oscuras, donde habitan desconocidos seres marinos, terribles e inmemoriales. Sirocco es un nombre para la escritura de agua y arena, un nombre para ese rumor de trazos, en el sendero de la ventisca; Ella es un modo de conciencia, un caudal de sensación que se hace imagen. Por Él, ese viento del desierto, la arena se humedece de sal y la tierra transfigura semillas: magia alquímica, de metamorfosis y transmutaciones.
Ilustradora. Gotas de colores caen, poco a poco anuncian dónde te ocultarás, dejan el dulce ácido de un camino que me hará llegar.
Anterior
Siguiente

No pares, ¡sigue leyendo!

Cordal

Primero fue el texto

Uno por uno íbamos caminando. Sin querer hacíamos una fila, no muy derechita, pero una fila. Recuerdo los hombros del de enfrente y…

Volver arriba