Skip to content

Kriegel y Kriegel

En la mañana de su cuadragésimo cumpleaños, H. J. Kriegel, famoso borracho con alma de querubín, despertó arropado en una cama confortable, muy lejos de su habitual cantina. Contrario a lo que le ocurrió a H. J. Kriegel, famoso cirujano testarudo de cuarenta años, quien despertó tirado frente a la puerta de un derruido establecimiento, envuelto en harapos y bajo la lluvia melancólica de un barrio pobre, sosteniendo con ansiedad una botella de whisky, única propiedad suya.

La sorpresa provocó que H. J. Kriegel renegara de todo lo que miraba con sus ojos de resaca. Situación por completo distinta de la sorpresa que se llevó H. J. Kriegel quien, todavía en aquella cama, no se atrevía a cuestionar lo ocurrido por temor a cambiarlo de algún modo y se limitaba a conducirse con embriaguez, única propiedad suya.

Guiado así por la obstinación, H. J. Kriegel murió un sábado por la tarde, apuñalado por un borracho a quien trató de suturar después de una pelea. A diferencia de H. J. Kriegel, quien perdió la vida al terminar su tercera botella de whisky mientras manejaba rumbo a su nuevo consultorio, un sábado por la tarde.

El cuerpo de H. J. Kriegel yace en un ataúd, cubierto por una gruesa capa de tierra y pasto, bajo una lápida con su nombre grabado. El cuerpo de H. J. Kriegel, en cambio, reposa, anónimamente, al aire libre.

Loading
Músico, escritor, lector, cinéfilo, melómano, hijo, primo, hermano y amigo nacido en la ciudad de México un hermoso y soleado miércoles 29 de febrero de 1984. Gusta de todas las formas de la imaginación y del humor sin discriminación alguna. También disfruta ocasionalmente de una buena novela policiaca. Sostiene que la escritura literaria es una búsqueda donde la voz del escritor debe ser la única constante. En alguna reunión llegó a afirmar: “Puedo suscribirme a cualquier corriente de pensamiento, siempre y cuando sea lo bastante corriente”. No ha recibido ninguna distinción literaria, pero ha otorgado dos títulos de “Abuela Honoris Causa” hasta el momento. El primero a Susan Sontag por su labor crítica y, sobre todo, por esta fotografía; el segundo a Wisława Szymborska por su obra poética y por la persona que imagina detrás de esos poemas. Participó en el proyecto de investigación de literatura policiaca “Crimen y ficción”. Actualmente escribe una columna mensual de cine para la revista Síncope, mantiene el blog “Antología (no tan) arbitraria de textos” y toca la guitarra en la banda mexicana de swing Cotton’s.
Ilustrador. Me gusta caminar, observar atento, hablar y hablar y hablar, la palidez del otoño y sus colores en el aire, el olor del café y los rincones vacíos.
Anterior
Siguiente

No pares, ¡sigue leyendo!

El silencio

Llamada

A mi mente llamas, recibes la llamada de los siglos, la boca del silencio es una llama, recibo de tu boca la llamada…

Ilusión de la guerra

Primero fue la imagen

Que no mienta el oxígeno feminista, es la espada un falo erguido para luchar, no es un vientre. Quiere el príncipe defender su…

Volver arriba