Toco la puerta. Hace frío en mis manos entumidas y las palabras no dichas tuercen mi lengua. Aún de noche, llueve en mis cachetes pegajosos y mi cara, sartén de pasadas cachetadas, evapora tempestades. Nadie abre. La media Luna me recuerda las veces que mintió porque no sé si se burla o sonríe. Toco la puerta. Mi corazón recorre realidades alternas donde vivimos felices para siempre, pero mi mente las devora con razón. No puedo vivir preso de tanto; preso de los celos, de ti, de tus mañas, de tu fuerza, de tus ultrajes, de tus manías y de tu amor. Dejar un vicio es perderse de nuevo en uno mismo y reconocerse libre. Hace falta mucho Raúl —me recuerda mi voz interior— para haber conquistado tierras y luego quemarlas, pero hace falta más para haber amado y luego apartarse. Abres la puerta.
Soñador. Escritor con los ojos abiertos. Mirada en la espalda. Aprendió a vivir las calles, los buenos tacos y el sudor de las mujeres. México es un puñal clavado en su espalda.
El suspiro de los desencantados
Ella: Juguemos de nuevo, ahora a que suspiramos juntos. Él: Mejor sigamos jugando a que estamos muriendo juntos. Ella: Pero será mejor si…
Abrir los brazos
Tú eras esa vuelta de la memoria, esa semilla que me germinaba en el bolsillo de la camisa. De tus manos me nacía…
El último pendejo
Desconozco órdenes establecidos De los tiempos presentes y pasados De un futuro mamado De la tierra sin tierra De la tierra con cables…