Skip to content

Matrushka

Enredo tres vueltas de perlas en mis dedos mientras lo miro. No tiene anillo en ningún dedo así que puedo aceptar su guiño. Al juntar los labios el gloss vuelve mi primer gesto tan húmedo como quisiera sentirme. Planta carnívora, lo atraigo hacia la miel de mi superficie.

Está contándome del trabajo. Del jefe castrante que no ve su potencial. Quisiera que fueran más abiertos, me dice. Yo me abro de piernas para recibir su caricia en mi ingle. Cerca de la rodilla. No es tiempo de escalar o ir más adentro.

Lo abrazo como una madre a la que ya no llama y siento cómo se acomoda contra mis pechos. Me mantengo firme y dulce, a la vez. Quiero ser su consuelo para todos los días de malos tratos. Quiero sentir su boca contra mis pezones pero para ello habría que desvestirme, retirar los centímetros de silicón que nos separan y dejarlo amarme en la planicie.

Lo primero que retira son mis sandalias. No parece reparar en el ancho de mis tobillos pero se detiene a ver el pequeño cráneo tatuado al lado de mi pie derecho. Besa esa pequeña muerte y con su beso me invade el desagrado causado por ese recuerdo de tinta de cuando me emborrachaba para no reconocer una verdad más profunda que mis pantalones y mi nombre.

Sus besos me han dominado. Tomo sus hombros robustos con fuerza. Luego recuerdo que debo ser suave y aflojo. Lo acaricio con la suavidad de una pluma y tiemblo conforme sus manos me despojan del resto de mi envoltura. Cayeron ya las perlas y el vestido. Estoy ante él, a una capa de mostrarme como lo que sigo siendo y aún no soy. A una capa del acertijo.

Disuelvo lentamente la miel de lavanda en el té recién hecho. Por extraño que parezca él eligio desnudar mi pubis primero y al ver mi deseo apuntar hacia él, su gesto pasó del pasmo a sonrisa pícara. Camino hacia mi hombre con taza en mano mientras sigo removiendo el azúcar post coitus. Sostengo su mirada y, en un momento, superpongo a su imagen sobre la cama, la imagen de mi padre. Me ve con un gesto mezclado entre ternura, desprecio y confusión desde una diminuta silla que le entume las rodillas. Yo sonrío mientras le sirvo orgulloso el más puro té de jazmín en la pequeña taza de plástico lila.

Loading
Teatrera de corazón. Adicta a la empatía. Escribo y leo porque una vida no me basta.
Es profesor investigador de la Academia de Arte y Patrimonio de la UACM e imparte clases de ilustración y diseño en la Universidad Iberoamericana. Labora en su estudio, proyectos de pintura, performance, cartonería, ilustración y diseño social y cultural, Así mismo desarrolla desde 2002 proyectos de gráfica e intervenciones urbanas.
Anterior
Siguiente

No pares, ¡sigue leyendo!

Así cantaré alabanzas a tu nombre

Incertidumbre

Virginia escucha el maullido de un trueno disuelto a la distancia. Media hora, no más que eso; después tendrá que correr. Apura las…

Volver arriba