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Paramnesia

Confundida por el olor te sigo hasta la calle que no tiene nombre.

Volteo para ver si alguien nos sigue y creo que estamos solos.

Te busco de lado a lado con la mirada, pero el muro de piedra gris me ha cortado el paso.

Sigo caminando contando mis pasos, escuchando cómo los tacones hacen eco en las paredes.

Ya antes he estado aquí, pero no sé cómo y tampoco sé por qué.

¿No te pasa que crees haber vivido ese momento una infinidad de veces?

A mí me pasa todo el tiempo, incluso veo al gato negro repetir su coreografía alargando la cola por la banqueta y escurrirse hasta que sólo veo la sombra.

Pero sigo sin conocer el lugar, aun cuando todo —las grietas, los colores,
la luz melancólica del farol—, me parecen tan familiares.

¿Será que mis sentidos me han gastado una broma y realmente nunca estuve ahí?

Nunca caminé por esa calle, nunca te olí, nunca fue de noche y el gato escuálido y
arrepentido es aquel gato que se le apareció muerto a la vecina al pie de su jardín.

La psicóloga me ha dicho que tengo alterada la memoria, que por eso creo que veo cosas que ya viví. Yo creo que más bien son recuerdos de mi otra vida, de mi vida junto a ti.

Eso lo sé porque cada vez que llego a la esquina después de seguir al gato reconozco el ruido del tren, el que pasa por tu casa todos los domingos por la mañana. Me paro en la estación, tomo el primer vagón y llego hasta donde tú estás.

Aún no te conozco, no sé tu nombre ni cómo nos conocimos, no tengo idea de cómo tomas el café ni si prefieres leer el diario o ver televisión en la cama, pero te veo y sé que he estado ahí.

Te veo y sé que ya te viví.

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Escritora. Bruja de oficio, cocinera de palabras por accidente. Cambio de color todo el tiempo porque no me gusta el gris, un poco sí el negro, pero nada como un puñado de crayolas para ponerle matiz al papel. A veces escribo porque no sé cómo más decir las cosas, a veces pinto porque no sé como escribir lo que estoy pensando, pero siempre o casi siempre me visto de algún modo especial para despistar al enemigo. Me gusta hablar y aunque no me gusta mucho la gente, siempre encuentro algún modo de pasar bien el tiempo rodeada de toda clase de especies. El trabajo me apasiona, los lápices de madera No. 2 también; conocer lugares me fascina y comer rico me pone muy feliz. Vivo de las palabras, del Internet y de levantarme todas las mañanas para seguir una rutina que espero algún día pueda romper para irme a vivir a la playa, tomar bloody marys con sombrillita y ponerme al sol hasta que me arda la conciencia. Por el momento vivo enamorada y no conozco otro lugar mejor. El latte caliente, una caja de camellos, una coca cola fría por la tarde, si se puede coca cola todo el día, y un beso antes de dormir son mi receta favorita para sonreír cuando incluso el color más brillante se ve gris. La Avinchuela mágica.
Ilustrador. Experto en tratar de ser experto en algo desde 1989. Fan del sarcasmo. Aficionado de los dibujitos desde que se enteró de que podían hacerse con un lápiz. Un día descubrió que era capaz de transformar letras, palabras e ideas en trazos y colores. Desde entonces decidió no dejar de hacerlo. Mi lápiz y el papel son más eficientes que mi capacidad de expresión oral. Diseñador Gráfico de profesión e Ilustrador en constante aprendizaje y crecimiento. Pues aquí nomás haciendo unos dibujitos.
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