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¡Que venga!

Alguien piensa que las palabras con h intermedia la adquirieron porque dios les sopló encima o porque les tocó el alma.

Esa h tan muda es un aliento que no sopla sobre todas las palabras, sobre todos los nombres.

Alguien sostiene la h intermedia entre las manos, las frota y la fricción genera calor. El espíritu de la palabra se enciende de nuevo. Entre las manos la palabra no muere.

Alguien espera el día de mañana que el de hoy le lleve hasta allá. Espera ver luz, otra luz que la que ha visto. Espera que el crujir de los cristales sea por el calor de un sol sobre un vidrio. Espera que no se astille de nuevo, que no se reviente y que se quede protegiendo la casa del frío.

Alguien mira una vida de pocos meses escurrirse sobre una tierra arrebatada de su sitio. Mira la vida usurpada, llena de hoyos de bala, de metales arrancando el hogar de cada pared hasta que todas se derrumban.

Alguien corre sobre la calle bajo un cielo que ya no ampara. Corre frente a los ruidos que persiguen cada paso que da, cada respiración, cada parpadeo. Corre porque todo se rompe.

Alguien grita la h muda, la intermedia, para que interceda por ellos, por su nosotros, por cualquier nosotros. Alguien abre las manos. Alguien espera la palabra. (¡Que venga!)

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Escritora. Mar de nervios en esta carne contrahecha. Sentir, sentir, sentir. Y de ahí pensar. Y así decir. Y en todo eso vivir. Vivo colgada de la parte baja de la J en la palabra ojalá.
Ilustradora. Soy un pedazo de circunstancia mutante.
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