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Recorrido nocturno

Todas las noches salgo a caminar desnudo, con los pies helados que van dejando huellas de sangre sobre el asfalto de lija. En alguno de mis recorridos me he encontrado con ella, también desnuda, rezándole a la luna con un fervor de antena parabólica. Sus modales ni los conozco porque nunca me saluda, pero siempre va con una sonrisa que disimula la tristeza de la obscuridad.

A pesar de coincidir de vez en cuando no he podido preguntarle su nombre. He llegado a pensar que está muerta y que deambula por las calles en busca de algún letrero luminoso que le alumbre su silencio.

Conforme avanzan las horas, la noche empieza a llegarle al cuello y ella avanza entre las calles con más lentitud. Yo por mi parte me sostengo de los aparadores que son como goteras luminosas que electrizan mis insomnes pupilas y que ayudan a mirar con mayor sobriedad las cicatrices de los edificios.

Poco a poco una mancha lechosa se apodera del cielo y avanza en forma de nubes encima de las azoteas adormiladas y llenas de rocío. Una que otra luz sigue despierta a mitad de la madrugada y remarca las siluetas de dos amantes que se pierden entre cristales empañados.

A estas alturas mis pies han dejado de ser dos pedazos de carne que escurren en el pavimento y se convierten en pinceles de tinta china que dibujan la estela de la desconocida.

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Lleguemos a un acuerdo, tú me lees, yo te escribo. «Había noches en que todo el mundo estaba como esperando algo y yo me sentía como un nómada fracasado, de esos que van a todas partes sin llegar a ningún lado.» Escribo «adios» sin acento para que no suene a despedida.
Escritor/Ilustrador. Diseñador gráfico alma vendida, hedonista de bolsillo vacío, activista de la pereza y los vicios solitarios, nacido en tierra de nadie Santiago de Cali, prosperó en la vida alegre y fue criado en modo experimental, casi como un hámster de ritmos tropicales, con la ternura y los dientes necesarios para dar un par de puñaladas de cariño y el justo pelito afelpado de la embriaguez. Cree que el juicio es una trampa, la cerveza es una dicha y el humor confunde al tiempo; cree que el dinero es para los amigos, los genitales para el viento tibio y un vaso de licor con hielos para mantener el equilibrio en cualquier ocasión que valga la pena. Dibuja desde siempre, con disciplina de borracho -tinta y mugre- y nunca termina nada, no sabe de finales ni de principios ni de la ciencia exacta del éxito. Pero sabe caminar por ahí, encontrando compinches que han iluminado las vueltas de su vida, y le escuchan sus teorías de viejo impertinente, iconoclasta y prostático, a cambio del poco tiempo que nos queda. Amén.
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