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Siegas

Ríos rojos destilan, lágrimas
corazón de biznaga
seco de silente hemorragia;
su negro palpitar
late, sin sed
roja, se precipita
la gota solitaria
vacía de promesas.

Extraviado, él
en la noche de tempestades
el espejo
calla.

El hontanar de su voz
grita al desierto
por volver al estero, azul
y así florecer
en su aroma;
la voz anhela
un afluente.

Pero las palabras
afiladas
por el tiempo
refrenadas,
al entrever la luz
siegan las cuerdas:
cegado el sonido
manantial.

Y su perfume
recuerda, a ella
lo inunda en cada aliento
mas sabe,
que tras el espejo sin azogue
aguardan amargas
espinas de rosal.

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Escritor. Sirocco es una agitación, un temblor, viene del desierto y de la mar. Susurra su camino al oído de la arena, allí deja su huella y presagia vida, pues en su camino respira el agua y le regala oleaje. Sirocco es movimiento, grito del silencio, fértil aridez que acoge las voces de todo, animado con su aliento. Así la tinta, como Sirocco en la arena, deja rastro. Sirocco un viento marino que escribe en el papel de las aguas, revela los trazos de la vitalidad, esa sorpresa del ojo ante el resplandor del rayo que penetra la espesura de la tormenta de arena; recuerda que hay que respirar, detenerse, ver y sentir, para seguir… Con la tinta, el barco ancla, se detiene en la mar, y llega a la luz el fondo; a veces, el surco sacude como un temblor y con la fuerza de un naufragio lleva a profundidades oscuras, donde habitan desconocidos seres marinos, terribles e inmemoriales. Sirocco es un nombre para la escritura de agua y arena, un nombre para ese rumor de trazos, en el sendero de la ventisca; Ella es un modo de conciencia, un caudal de sensación que se hace imagen. Por Él, ese viento del desierto, la arena se humedece de sal y la tierra transfigura semillas: magia alquímica, de metamorfosis y transmutaciones.
Ilustradora. Soy un pedazo de circunstancia mutante.
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