No existo.
Me he desarmado de adentro hacia afuera,
he dejado la piel en esos besos,
he sacado las palabras al viento,
desgastando el sentido del lenguaje.
Nada tengo.
Ni mis manos con las que te agarraba los ojos,
ni mis brazos con los que apretaba tu espalda,
ni los labios con los que pintábamos el camino.
Han muerto las hojas, el hielo, el sol.
Todos hemos ido y no hemos vuelto,
todos hemos sangrado el corazón.
Me desintegro en silencio,
me descompongo despacio,
me convierto en humo de recuerdos.
Ahora vivo.
Resucito y me obedezco,
me escucho y me lamento por no haberlo hecho antes.
Recojo las partes que forman mi cuerpo.
Reanudo mi lengua para que torpe bese con todas las palabras.
Recupero mi alma y la lleno de versos.