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Esta que no eres tú

Volví a soñar con ese rostro, con aquella mirada que no es la tuya pero que eres tú, con ese hueco abisal en el que me arrojan tus ojos perdidos.

Tú eres otra, no esta que tengo enfrente y me despeña las ganas de quererla, porque a veces no puedo, a veces me jode tu voluntad de desaparecer, así, tan natural, como si morir fuera simple como preparar el café de la mañana.

He aprendido a temerle más a tus caricias que a la ira apasionada con la que me haces el amor; a dudar de tu mano frágil que me mantiene al borde de la asfixia, de tu impávida sonrisa de comisuras tristes.

Quisiera saber que esto terminará ya, que al despertar te bañarás, cepillarás tu cabello hasta deshacer los nudos y saldremos a caminar, mientras la mañana se despereza y la luna se oculta por completo, por esa ladera donde baja el río.

Pero sé que no, sé que seguiré encerrado en este lugar del que ignoro todo, con esta mujer que no es la que conocí, ni eres tú, pero que eres todas las mujeres de mi vida.

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Escritor. Estudió Letras Hispánicas en la Facultad de Filosofía y Letras, UNAM. Obtuvo el premio José Emilio Pacheco, en el área de poesía, así como la beca Edmundo Valadés para publicaciones independientes, en 2004, 2005 y 2009. Actualmente es editor de la gaceta de literatura y gráfica Literal, y de sus distintas colecciones.
Ilustradora. Fragmentando ideas, recorriendo el mapa interior. Jugando con las posibilidades de los espacios en blanco.
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DOC. 20171116

Llamada

Noviembre 16 de 2016 Señor Inspector José Ignacio Rojas. Al principio, contestaba la llamada, y no escuchaba nada. Sólo silencio. Y entonces colgaba…

Carta hallada en el domicilio Real Jardín, número 14, Puebla de los Ángeles

Pena
Me apena mucho dirigirme a usted por medio de esta carta, esta declaración que nace de la necesidad de contarle lo que siento. Yo, que poco sé de cómo hablarle a una mujer de su condición, tan elegante y fina pero principalmente tan hermosa. Sé que en el momento en que reciba estas palabras, sentirá que de nada valen los intentos que desde el mes de mayo he realizado para poder platicar con usted. Pensará también que aquella tarde junto al portón de Morelos nada representó para mí y que mi vida ha sido la misma. Y no la culpo, pues mi cobardía de buscar los medios para acercarme a usted muestran indiferencia y no son dignos de un hombre.
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