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La casa roja

Dicen que no me quiere, que ha abusado de mí, que no sé: me llaman víctima.

Pero ¿qué es lo que quieren que sepa? Yo nací ahí, esa era mi vida, buena o mala pero mi vida.

Quieren ayudarme, pero yo no necesito ayuda.

Apenas ayer se cumplió un año de aquella noche en que entró el Ministerio Público. Mi cuerpo ha sanado, de hilos rojos a hilos blancos: cicatrices: sin embargo extraño el abrirse de una nueva herida.

Extraño esas noches en que cerraban el lugar para algún hombre importante. Extraño verlos de rodillas suplicando que les permita lastimarme.

Y era en la embriaguez del dolor, de coger y coger con extraños y conocidos que el tiempo se movía.

Extraño el abrirse de todas mis bocas, el babear de todos los labios. Extraño amanecer sin saber qué hice o con quién o cuántos estuve. Extraño el existir así nomás, curando heridas y preparándome para nuevas.

Ya nada es así, hoy me echan a la calle para que viva como una ciudadana recta, pero no sé, yo quiero volver, me han dicho que la casa sigue cerrada y que se ha convertido en fumadero. Chuky está en la cárcel y El Chino escapó, nadie sabe nada. Sé que puta se puede ser en cualquier lado, pero en La Casa Roja yo no era cualquiera, era la querida, la especial, la hija y amante del jefe, la puta más puta: la mujer de la casa.

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Escritora. «Larga y ardua es la enseñanza por medio de la teoría, corta y eficaz por medio del ejemplo.» –Anónimo
Ilustradora. Experta en llegar a casa sin dobladillo, hacerla de pepenador y mantener todo en absoluto desorden. “La Muñeca” (mote familiar que ganó al nacer por su tamaño convenientemente particular), se inclina por las artes gracias a los monos de perfil con grandes narices de su padre y a la famosa “libreta roja” de recortes y canciones su madre. Su incapacidad de recrear lo real nace a partir del “Alacrán, cran, cran” cuando, en lugar de una imagen, su madre pega uno real… Hace ilustraciones para revistas, libros para niños y de vez en cuando una que otra escultura con chicle o tela.
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