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2027

Han pasado 400 años desde que, en el antiguo bosque de Jaktórow, las hijas de Apellanthur, la última uru, prometieron a su madre no decir nada más que el mantra mágico que les había enseñado. Sucedió primero en Texas y casi de inmediato en el resto del mundo. Cuatro siglos de recitar el mantra culminaron en el proceso divino que los bovinos conocen como ilechación. Cada vaca y cada toro del planeta se convirtió en leche. De los lagos y mares níveos sobresalió la cabeza de Apellanthur, que entre risas y carcajadas disfrutaba mofarse de los humanos. «Agárrele las tetas a su abuela» o «vaya a ordeñar a su madre» fueron algunas de las frases más sonadas a la orilla de estos mares.

Los granjeros querían leche, pero ella no les daba. «Coma elote», les respondía con displicencia.

Poco a poco estos mares se fueron moviendo y se juntaron hasta crear «la gran mancha blanca» debajo de Groenlandia e Islandia. Los granjeros quieren su leche y en los últimos años han creado una rebelión con base en la costa oriental de los Estados Unidos. Han perdido varios barcos e incluso algunos aviones han desaparecido sobre la mancha al intentar hacer algo de reconocimiento en el área. La televisión se ha llenado de bebés llorando y niños famélicos que, según los noticieros, son consecuencia de la irresponsabilidad bovina. Vallas publicitarias tachan a Apellanthur de enemiga de la humanidad y en algunas iglesias han empezado a retratar al diablo con su cara. Las masas odian a la última uru traída de vuelta por hechos divinos. La masa quiere su leche y si no la tienen, que no sea de nadie, o que no exista.

Yo vengo caminando por Reforma y escucho las noticias en mis audífonos. Acaban de firmar un acuerdo internacional para lanzar un misil nuclear al centro de la mancha.

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Ilustrador. Experto en tratar de ser experto en algo desde 1989. Fan del sarcasmo. Aficionado de los dibujitos desde que se enteró de que podían hacerse con un lápiz. Un día descubrió que era capaz de transformar letras, palabras e ideas en trazos y colores. Desde entonces decidió no dejar de hacerlo. Mi lápiz y el papel son más eficientes que mi capacidad de expresión oral. Diseñador Gráfico de profesión e Ilustrador en constante aprendizaje y crecimiento. Pues aquí nomás haciendo unos dibujitos.
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