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Fuego blanco

Te sientes como abandonado.

Te desespera. Te quedas con la sensación de haber dicho todo pero sin darte a entender. Como si hubieras ido a vomitar luego de haberte saciado con un buen manjar.

Te hace sentir inepto, fuera de ese círculo en el que todos parecen saber cómo se vive entre tanto desconocido.

A veces te deja tranquilo. Como cuando pudiste haberla cagado pero tu autocontrol te hizo pensar las cosas mil veces. Entonces estás a salvo. Se abren más tus ojos y esperas que en cualquier momento las otras bocas que no son las tuyas te den la pauta para que sean ellas quienes se sientan discapacitadas emocionales.

En ocasiones es un sutil mareo. Como cuando después de una gran fiesta te quedas con esa dulce sensación de haber apagado tu cerebro. Todos parecen emitir sonidos y sin querer aprueban tu desdén: ¿Ajá? Wow… ¿A poco? ¡Órale, qué loco!  En tu cabeza rebota un zumbido. Tu estómago vibra, tu corazón pulsa, tus costillas se ensanchan y contraen. Te has dado cuenta de que tu boca ha permanecido cerrada.

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Escritora. Escribe para no olvidar(se). Escribe recordando que las letras divagan entre libros e imágenes, por eso se apresura a aprehenderlas. Escribe porque le atraen los instantes. Escribe porque le desespera esperar. Escribe aunque su letra sea todo menos bonita.
Ilustrador. Lo que nos da la propiedad de reyes o reinas es la vida misma y el hecho de que la vivamos personal e individualmente aun cuando sabemos que somos parte de un todo, aun cuando en los momentos más oscuros nos consuele saber que nuestras oscuras preguntas estén en la mente / espíritu / alma / esencia de otros. Esa virtud innata de vivir es fuertemente enriquecida con la virtud de dar vida, de ser nosotros mismos canales para la creación de nuevos mundos que se impongan a la cuestionante y finita realidad. Es allí donde creo confluir con este proyecto de creación colectiva, donde los ríos se cruzan aumentando su caudal para simplemente seguir irrigando (sí, también, por qué no, hasta llegar al mar).
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