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Sin título

Cada diciembre es lo mismo. Te quedas muda y te abstraes y yo solo puedo mirarte de lejos porque no me atrevo a interrumpir tu retiro a no sé dónde ni quiero que me veas a punto de perderme de nuevo por tus manos, a punto de enhebrarme en tus agujas encantadas.

Y yo solo me quedo quieto mientras en silencio me actúas un cuento, mientras tejes y destejes edades pasadas, árboles, piñatas, papeles de colores; mientras el olor a piloncillo llena la casa y el piquete del ponche me recuerda que alguna vez supe lo que fuiste.

Y yo solo quiero que no se acabe tu sueño, Flor, que no vuelvas a mí, que no mengües, que no te hagas diablo.

Que no regreses.

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En una vida anterior fui encargada de un videoclub en Ciudad Juárez, actriz de teatro: bolero, ángel, diabla, preciosa ridícula, cantante, abogada, mujer fatal, vividora, loca, desahuciada, princesa, bruja, rata bailarina, niña, niño, tortuga, anciana…; modelo, ayudante de un mago y faquir, vendedora de amuletos cósmicos en ferias del pueblo, vendedora de tiempos compartidos, asistente de un psiquiatra bebedor, mesera con escote amplio, telefonista de call-center, paseadora de perros, guionista, correctora de estilo, redactora publicitaria y estratega de contenidos web. Ahora vivo reencarnada en mí.
Ilustradora. Vendedora de sueños, trompetista en el circo de la mariposa, a veces maga. También pinta y hace flan.
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