Skip to content

Sin título

Cada diciembre es lo mismo. Te quedas muda y te abstraes y yo solo puedo mirarte de lejos porque no me atrevo a interrumpir tu retiro a no sé dónde ni quiero que me veas a punto de perderme de nuevo por tus manos, a punto de enhebrarme en tus agujas encantadas.

Y yo solo me quedo quieto mientras en silencio me actúas un cuento, mientras tejes y destejes edades pasadas, árboles, piñatas, papeles de colores; mientras el olor a piloncillo llena la casa y el piquete del ponche me recuerda que alguna vez supe lo que fuiste.

Y yo solo quiero que no se acabe tu sueño, Flor, que no vuelvas a mí, que no mengües, que no te hagas diablo.

Que no regreses.

Loading

En una vida anterior fui encargada de un videoclub en Ciudad Juárez, actriz de teatro: bolero, ángel, diabla, preciosa ridícula, cantante, abogada, mujer fatal, vividora, loca, desahuciada, princesa, bruja, rata bailarina, niña, niño, tortuga, anciana…; modelo, ayudante de un mago y faquir, vendedora de amuletos cósmicos en ferias del pueblo, vendedora de tiempos compartidos, asistente de un psiquiatra bebedor, mesera con escote amplio, telefonista de call-center, paseadora de perros, guionista, correctora de estilo, redactora publicitaria y estratega de contenidos web. Ahora vivo reencarnada en mí.

Anterior
Siguiente

No pares, ¡sigue leyendo!

Apología de la confusión

Ciudad

I. Últimamente discutíamos por todo. Hablábamos de nada. Nos contábamos una y otra vez aquellos pasos mal dados, las vueltas a una cuadra…

Escondite

Llamada

—Sí, estuvo tenaz. Daniel le tenía agarrada la mano cuando el Jonathan simplemente cerró los ojos y dejó de respirar. Y la ambulancia…

Volver arriba