Deja que coagule la idea, ya casi lo tengo, una nota más y acabamos la melodía.
¿Sonaría mejor en fa, en do? A ver, es que quiero que suene como esta canción. Escúchala, te presto mis oídos, esa nota sostenida… Tuaaaaaararaaaaá… Mira, te enseño aquí en mi brazo, ¿lo ves?, imagina que son las cuerdas; en esta cuerda, esa nota es la que quiero sacar. ¿Sabes cuál es? Aquí la que rasco debajo del lunar, sí, pero no hagas caso de las marcas, es que de niño imaginaba que miles de gusanos brotaban del antebrazo y me daban tantas ansias que quería arrancarlos y tirarlos al piso, hasta que un día me di cuenta de que eran parte de mi cuerpo y eso porque una vez apachurré a un gusano de verdad, de esos que viven entre las macetas, entonces vi que no se les salía ese líquido rojo que me tardaba tanto en detener. ¿No te había contado, verdad? Sí, ya sé, pero es que esas cosas me pasan, como cuando escucho la batería y siento que algo vibra en mi interior y me dan unas ganas de meter un alambre por el ombligo y atrapar eso que brinca de arriba abajo, de arriba abajo, justo encimita del estómago pero abajito del corazón. ¿Será que algo me falta? Porque si estuviera completo no tendría por qué escuchar tanto silencio al bajar mis párpados.