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Autómata de sonrisas

Me molestan las voces, todas las voces que se enciman sobre el revoloteo de las alas de los moscas que vuelan en  mi espalda.

No recuerdo bien cuándo fue que empecé a escuchar un zumbido y que mi oído se volvió selectivo: sólo oigo lo que quiero cuando quiero pero estas voces, estas tontas voces, no se callan.

Lo único que se me ha ocurrido hasta ahora es reír como una loca, reír hasta que todo el aire sale de mis pulmones y la cabeza me duele tanto que dejo de escuchar.

Pero entonces tengo que hacerlo todo el tiempo para no enterarme. Por momentos río y hay silencio, otros, de nuevo oigo a las moscas hablar.

Se me ha hecho un hábito la mentira, tengo tantas risas para callar cada una de las voces que ya he perdido la cuenta, y lo peor es que me duele, porque ya no quiero reír si no me causa gracia, no quiero mostrar los dientes si lo que escucho no me interesa. Soy un autómata de sonrisas falsas.

Y es que a veces no basta con estar loco para alejarte del mundo. A veces hay que aprender a reír y, con el tiempo, quizá, volverse un experto en el ensayo.

 

Escritora. Bruja de oficio, cocinera de palabras por accidente. Cambio de color todo el tiempo porque no me gusta el gris, un poco sí el negro, pero nada como un puñado de crayolas para ponerle matiz al papel. A veces escribo porque no sé cómo más decir las cosas, a veces pinto porque no sé como escribir lo que estoy pensando, pero siempre o casi siempre me visto de algún modo especial para despistar al enemigo. Me gusta hablar y aunque no me gusta mucho la gente, siempre encuentro algún modo de pasar bien el tiempo rodeada de toda clase de especies. El trabajo me apasiona, los lápices de madera No. 2 también; conocer lugares me fascina y comer rico me pone muy feliz. Vivo de las palabras, del Internet y de levantarme todas las mañanas para seguir una rutina que espero algún día pueda romper para irme a vivir a la playa, tomar bloody marys con sombrillita y ponerme al sol hasta que me arda la conciencia. Por el momento vivo enamorada y no conozco otro lugar mejor. El latte caliente, una caja de camellos, una coca cola fría por la tarde, si se puede coca cola todo el día, y un beso antes de dormir son mi receta favorita para sonreír cuando incluso el color más brillante se ve gris.

La Avinchuela mágica.

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