A ver, vas a salir por ese hueco. Apenas salgas vas a gritar con toda tu fuerza y agarrar el aire necesario para comenzar la carrera. Vas a tener que arrastrarte un rato, a rasparte codos y rodillas y en algunas ocasiones también vas a tener que cagarte encima. Sigue siempre adelante, hasta que puedas pararte y entonces tendrás que empezar a correr. Hacia el frente siempre y mirando atrás sólo de reojo para ver si hay alguien cerca. Respirar, seguir, caerse, ensuciarse y seguir corriendo. Te vas a encontrar con otros. Muchos van a tratar de aliarse contigo. Ten cuidado, no todos son lo que aparentan: algunos serán sinceros, pero la mayoría buscará el momento perfecto para hacerte zancadilla. Recuerda siempre que esto, aunque parecerá largo, es una carrera contra reloj. Seguramente aparecerán por ahí tu papá y tu mamá con un vaso de agua y pomada para los calambres. Pero ellos no tendrán tu ritmo y los vas a dejar atrás. Por eso observa y aprende y júntate con esos que parecen llevar tu paso. Vas a cansarte, por supuesto, pero si tienes suerte encontrarás alguien en quien apoyarte y con quien puedas ir rompiendo el viento hasta el final de la carrera. Cada vez vas a estar más cansado, te va a latir más fuerte el pecho y en ocasiones sentirás que se revienta. Toma aire, mira para adelante y despréndete de lo que te haga peso. Si quieres correr desnudo ¡hazlo!, puede ser bastante liberador. El cansancio será extremo, empezarás a perder tu visión periférica e incluso esos en los que te apoyabas empezarán a estar fuera de tu vista. Sigue corriendo, no puedes detenerte. Sigue corriendo así te luxes el tobillo, te quiebres la cadera o te dé un infarto. La carrera sólo termina cuando el corazón dé su máximo, cuando tu aliento migre hacia el cielo, cuando la luz se pierda y la razón no importe.
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