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El caballete de un cubista

“Qué les ocurre entonces a las cosas me
deja indiferente…,
sólo les queda resignarse con su suerte […].
Después podrá uno borrar las huellas
de lo real”

El silencio de la noche taladraba su cabeza. Los rumores en el cuarto oscuro del mundo hacían insoportable el latir vigoroso de la sangre. La mano se cerraba angustiada abrazando ese instrumento mortal. Los murmullos sin boca, sin ojos y sin rostro, exigían una acción radical: una incisión, una grieta que precipitara la huida de lo que habitaba dentro.

Allí, en la brillante oscuridad de la emulsión, se esforzaba por exponer la destrucción y capturar la desaparición. Ese mundo que miraba se retiraba: al tiempo que sus trazos obturaban esa impresión a la luz del día, una ola volvía y el agua penetraba los rincones más remotos de las cosas. Exprimía así lo que tenía delante de sí, quería robarle su más recóndito olor;  fuera del flujo del tiempo, esculpía la vida en su detención. No se contentaba con lo que miraban sus ojos –ansiaba otros –, sobrescribía una esencia, jugaba a imprimir de nuevo el mundo en esa noche de luz.

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Escritor. Sirocco es una agitación, un temblor, viene del desierto y de la mar. Susurra su camino al oído de la arena, allí deja su huella y presagia vida, pues en su camino respira el agua y le regala oleaje. Sirocco es movimiento, grito del silencio, fértil aridez que acoge las voces de todo, animado con su aliento. Así la tinta, como Sirocco en la arena, deja rastro. Sirocco un viento marino que escribe en el papel de las aguas, revela los trazos de la vitalidad, esa sorpresa del ojo ante el resplandor del rayo que penetra la espesura de la tormenta de arena; recuerda que hay que respirar, detenerse, ver y sentir, para seguir… Con la tinta, el barco ancla, se detiene en la mar, y llega a la luz el fondo; a veces, el surco sacude como un temblor y con la fuerza de un naufragio lleva a profundidades oscuras, donde habitan desconocidos seres marinos, terribles e inmemoriales. Sirocco es un nombre para la escritura de agua y arena, un nombre para ese rumor de trazos, en el sendero de la ventisca; Ella es un modo de conciencia, un caudal de sensación que se hace imagen. Por Él, ese viento del desierto, la arena se humedece de sal y la tierra transfigura semillas: magia alquímica, de metamorfosis y transmutaciones.
Ilustrador. Especulador Gráfico.
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