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El camino

¿Acaso usted no se compadece de nosotros?
Pobres soldados que cruzamos la selva como tigres o como zorros.
El sol nos saluda cada mañana como a un amigo.
Nos calienta las mejillas con sus rayos de padre.
¿Usted no lo entiende,
cuando llegamos a casa sin encontrar paz en el sueño ni en la sombra de un árbol?
Pobres soldados que somos, nos vamos lejos, nos vamos.
Las flores nos saludan inclinando la cabeza, y tomamos el saludo con la mejor cara.
Somos amigos de la tierra y de la lluvia, del hambre y de la nostalgia.
Pobres de nosotros, que hoy vemos las plantas retoñando y a los niños cruzar;
dichosos los que regresen para ver la estación de secas.
Nos vamos, todo lo dejamos,
quizá nuestra novia tenga caliente la cama cuando regresemos
y no precisamente para nosotros. ¿Quién ha regresado
y ha encontrado todo como cuando se fue?
En mi mente se dibuja
la cara de mi madre y el color de los ojos de mis hermanos.
Todos los campos se tiñen de nuestros corazones.
Pobres de nosotros los soldados, como perros por las ciudades destruidas, vamos defendiendo el honor de nuestros padres.
Regresarán los días en que el sol plateado se yerga
sobre los negros campos de fuego.
Reviviremos en la temporada de lluvias, como los campos en la estación de verano.
Los colibríes revelarán este sincero secreto.

Me enseñaron a escribir y a contar desde los tres años con ayuda de naipes, corcholatas de colores y revistas de ciencia.

Mi televisión (de esas grandotas de madera ) no se veía, así que tenía que imaginarme lo que sucedía adentro, ¡oh imaginación!

La poesía es como un sol, adentro, único y salvado: respirar de sus manos amigas, como de pájaros azules que se vuelan por el cráneo, pisar el pasto seco y el aroma acuarela de los mercados, decir con sus jaulas las negras olas desnudas que me toman por el brazo; el sol ondula por encima, como un pálido disco blanco enjuagado. Cuando no trabajo en mi laboratorio me gusta salir a caminar mucho y visitar el océano, ¡ah! y los efectos psicodélicos de las guitarras jaguar.

Me gustan las puertas viejas y vencidas, los paseos sin sentido y el viento en la cara cuando voy en moto. No me gusta cortarme el cabello.

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No pares, ¡sigue leyendo!

La abducción

Ciudad

Los primeros testigos aseguraban haber mirado una luz que resplandecía tanto, que prácticamente hacía imposible ver algo más que la misma luz; en…

Antes de la lluvia

Tempestad

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