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Entonces lo sabrás…

Julia empezaba a pensar en el amor y preocupada le preguntó a su madre cómo podría darse cuenta de si estaba enamoraba. «Muy fácil», le contestó, «cuando conozcas a esa persona especial y sientas que no puedes respirar si no está cerca, lo sabrás».

Julia comenzó a tener novios y a deshacerse de ellos para comprobar la teoría de su madre, pero no pasaba de extrañarlos unos días. Al llegar a quinto de prepa conoció a Aura, quien se convertiría en su mejor amiga. Se volvieron inseparables y pronto los chicos dejaron de importarle.

La compañía de Aura sirvió para que Julia dejara de preocuparse por estar enamorada, pensaba que tal vez el amor y la amistad podían ser una misma cosa y que ya nada le hacía falta.

Un día las dos amigas quedaron para encontrarse en el café que se ubicaba a la mitad del camino de sus casas. Julia fue la primera en llegar y ordenó refresco mientras esperaba. Pasaron 30 minutos, quizá más, y Aura ni sus luces. Llamó a su casa para apresurarla, pero nadie contestó.

Dieron las 10 de la noche, una hora después de la cita, y nada. Julia pagó el refresco y comenzó a caminar por la calle que siempre toman para llegar a casa de Aura. Al llegar a la esquina vio a un grupo de gente rodeando una ambulancia. Escondida entre la muchedumbre solo se alcanzaba a ver una sábana blanca que cubría un cuerpo. Julia se abrió paso entre la gente. No pudo ver el cuerpo, pero alcanzó a ver un pie que se salía de la sábana y al lado un zapato…

Los paramédicos se apresuraron para subir el cuerpo, la gente se dispersó y, como en cámara lenta, apretando el zapato entre sus manos, Julia empezó a ver su mundo derrumbarse. Sintió como le faltaba el aire y mientras la ambulancia se alejaba, menos fuerzas y ganas tenía de respirar.

Sola, parada en medio de la calle, recordó las palabras de su madre.

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Escritora. Bruja de oficio, cocinera de palabras por accidente. Cambio de color todo el tiempo porque no me gusta el gris, un poco sí el negro, pero nada como un puñado de crayolas para ponerle matiz al papel. A veces escribo porque no sé cómo más decir las cosas, a veces pinto porque no sé como escribir lo que estoy pensando, pero siempre o casi siempre me visto de algún modo especial para despistar al enemigo. Me gusta hablar y aunque no me gusta mucho la gente, siempre encuentro algún modo de pasar bien el tiempo rodeada de toda clase de especies. El trabajo me apasiona, los lápices de madera No. 2 también; conocer lugares me fascina y comer rico me pone muy feliz. Vivo de las palabras, del Internet y de levantarme todas las mañanas para seguir una rutina que espero algún día pueda romper para irme a vivir a la playa, tomar bloody marys con sombrillita y ponerme al sol hasta que me arda la conciencia. Por el momento vivo enamorada y no conozco otro lugar mejor. El latte caliente, una caja de camellos, una coca cola fría por la tarde, si se puede coca cola todo el día, y un beso antes de dormir son mi receta favorita para sonreír cuando incluso el color más brillante se ve gris. La Avinchuela mágica.
Diseñador / ilustrador / animador / teatrera / mesera y lo que venga.
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