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Revelación de una suavidad

Es un camino sinuoso el que baja de tu cuello. El trayecto que una mano tiene que recorrer es el mismo que el de la Asunción. Resulta extraño tener que bajar, pero las cosas más sagradas a veces se esconden en los lugares más difíciles de imaginar. Y llegó la ocasión en que se trata de la mía la que se lanza a realizar el peregrinaje. Se detiene y contempla el horizonte: presiente el paso de otras manos, de historias desconocidas y debe suponerlas porque la belleza que se despliega ante estos dedos es una de tiempos. Y tus poros parecen llevar vientos de mundos abiertos y de secretos como tormentas de arena dorada que flota en breves remolinos que cambiarían un desierto entero.

Mi mano va en romería, después de recibir la bienaventuranza del beso de tu boca. Parte a desafiar los peligros de perderse en un camino largo, lleno de tentaciones como las montañas de tu pecho o las cuevas de tesoros bajo tus brazos. Ella vence estos demonios dulces porque desea una tentación más bella, más alta: una revelación suave de ti.

Lo va logrando de a poco, a tientas. Desliza apenas la punta de un dedo por debajo del borde del pantalón. Es esa frontera la que hay que franquear con toda la delicadeza que pueda el tacto. La devoción le da fuerza y se desliza por el último tramo. La sorpresa de una negra suavidad. Sólo puede ese destino, la mano sucumbe y se rinde al pie del templo.

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Escritora. Mar de nervios en esta carne contrahecha. Sentir, sentir, sentir. Y de ahí pensar. Y así decir. Y en todo eso vivir. Vivo colgada de la parte baja de la J en la palabra ojalá.
Ilustradora. An accident waiting to happen.
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Carta hallada en el domicilio Real Jardín, número 14, Puebla de los Ángeles

Pena

Me apena mucho dirigirme a usted por medio de esta carta, esta declaración que nace de la necesidad de contarle lo que siento. Yo, que poco sé de cómo hablarle a una mujer de su condición, tan elegante y fina pero principalmente tan hermosa. Sé que en el momento en que reciba estas palabras, sentirá que de nada valen los intentos que desde el mes de mayo he realizado para poder platicar con usted. Pensará también que aquella tarde junto al portón de Morelos nada representó para mí y que mi vida ha sido la misma. Y no la culpo, pues mi cobardía de buscar los medios para acercarme a usted muestran indiferencia y no son dignos de un hombre.

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