No sabía cómo regresar pero sí qué escuchar y es que, antes, de lo único que tenía certeza era de los playlists que cargaba en mi maleta.
Desde que llegué a este lugar dejé de preocuparme por mi apariencia y comencé a ocuparme en atesorar aquellas sensaciones provocadas por la música que me acompañó: el bailable del día de las madres, las canciones pop de la secundaria o aquella canción que sonó en mi mente cuando por fin besé a un chico; mi primera noche fuera de casa en la que me sentí enamorada y la melodía que escuché cuando dejé de estarlo, aquel viaje con los amigos, los bailes con mi papá, las visitas a la abuela y cuando tuve que dejar a mi mascota; las canciones que me presentaron todos aquellos seres que amé, que formaron parte de mi vida.
Espero que mi ofrenda esté llena de música, de melodías que evoquen mi canto toda la noche para recordar una vez más lo que pasé en esta tierra y que finalmente será un lenguaje especial conmigo… contigo.
Al final, los muertos lo que tenemos es hambre de recuerdos.