Después de haber sido un hombre, lo primero que quise fue olvidarme de mi padre. Necesitaba olvidarme de mi padre. Al ver mi majestuosa sombra y el poder de mis brazos, era absurdo que un recuerdo así ocasionara nuevamente mi extinción; además, estaba seguro de que un animal con tal potencia en garras y dientes no podía darse el lujo de sentir la tristeza y abandono que sentí cuando era humano.
Así que lo primero que hice fue olvidar a ese otro gran oso, al oso que anduvo hacía el sur en busca de su madre después de golpear a la mía, al oso que embriagado de pereza esperó cada cumpleaños para volver unas horas y hablarme del río y los peces, y del valor que tiene ser cobarde en el mundo de los hombres.
Lo intenté y deseaba tanto olvidar cómo ser hombre. Hasta que los días hicieron que mi rostro fuera el mismo que el de mi padre; comencé a pescar como mi padre, a dormir como mi padre, a beber como mi padre y a querer salir corriendo al sur como mi padre.
Ahora no estoy seguro de si quiero ser este oso, si podré ser este pobre animal que teme de su fuerza. De lo que no tengo duda es de que un día acabará y me convertiré en montaña, y voy a necesitar olvidar a mi madre.
