Ésta eres tú, mi tierra. Eres lo último que me queda entre mis dos fronteras de cielo y de mar. Eres algunos árboles valientes que sobreviven en el cerro, eres las desesperadas huellas en los lodazales del verano y los nostálgicos colores de tus pueblos, ya ciudades.
En ti siembro los últimos sueños del hombre, en ti dibujo las sombras que van quedando de todos aquellos atardeceres bañados de aire fresco. En ti añoro las veredas, ahora borrosas por el paso del tractor.
No me dejes solo, tierra. No me dejes en medio de estos surcos de concreto plagados de olvido. Todos ellos llegaron aquí de no sé dónde, de no sé cuándo… llegaron buscando lo que hace tiempo perdieron: un pedacito de bosque, un pedacito de cielo, un pedacito de mar.
No nos dejes consumirte, tierra. Escúpenos ahora que todavía puedes, vomítanos la lava de tus volcanes, sacúdenos tu enojo y todos los rencores que llevas dentro.
Déjame pasear por última vez en tu hojarasca, lugar común de niños y de enamorados. Déjame recordar de donde vengo y reconocerte en la mirada de la luna, en el agua de tus ojos.
Déjame soñar tu cielo, respirar tus nubes y no permitas nunca que despierte el hombre en este metro cuadrado.