Ahí está el círculo de filosofías forjadas y oro opaco, el universo negro de brillos palpitantes. Ahí está, entregado como ofrenda por el esclavo simple de brazos cortos inmune a la vista de aquella diosa de cien escuelas. Ahí está el hueco sin dimensiones lleno de dicha, esperanza, luz y todos sus correspondientes antónimos. Ahí está, ansioso e irracional, bailando la eterna canción de los objetos inanimados que añoran el tacto. Ahí está, inalterable ante las conjugaciones y los tiempos, encima de la mesa, sobre una servilleta desechable.
Quautepatli
Ahí, tirada en el suelo de tierra rojiza que camuflaba las gotas de sangre ya casi seca que había escurrido de la nariz…
Visión de túnel
Lo único que puedo ver es la parte de mi cuerpo que va de media pantorrilla hasta mis pies. Es de nuevo la…
El deseo de siempre
He decidido matarme. Ha llegado el momento de planear, con espíritu de lo posible, este asunto de darme muerte. La profunda admiración por…
¿Conectamos?
Un galán de mente un poco antigua buscaba algo de marcha: tragos, música moderna y una linda chica para bailar. Dos pares de…