Cada diciembre es lo mismo. Te quedas muda y te abstraes y yo solo puedo mirarte de lejos porque no me atrevo a interrumpir tu retiro a no sé dónde ni quiero que me veas a punto de perderme de nuevo por tus manos, a punto de enhebrarme en tus agujas encantadas.
Y yo solo me quedo quieto mientras en silencio me actúas un cuento, mientras tejes y destejes edades pasadas, árboles, piñatas, papeles de colores; mientras el olor a piloncillo llena la casa y el piquete del ponche me recuerda que alguna vez supe lo que fuiste.
Y yo solo quiero que no se acabe tu sueño, Flor, que no vuelvas a mí, que no mengües, que no te hagas diablo.
Que no regreses.