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El pez

Por la boca muere el pez.

El pez nada en el agua y en el agua la boca cerrada. Abre la boca, pesca el anzuelo, el pez es pescado. Nada puede hacer, nada, ni nadar.

Este soy yo montado en mi macho, montado en cólera, montado en razón. Yo soy yo en este cosmos que alimento. Me como a mí mismo de lo mucho yo que soy yo. Soy yo lanzando el anzuelo. Pescando. Soy yo yendo por el mundo, tomándolo a manos llenas. Soy yo con mis ojos sobre todo. Soy la piraña y sus entrañas. El que devora. El que viene colapsando las llamas. Soy los ojos del mundo. Soy la visión que lo ve todo. La visión que produce la visión. Los ojos que ven y el corazón que no siente. Yo digo yo. Yo veo yo, yo voy sobre yo. Todo lo orquesto entre estos dedos afilados. La sinfonía del mundo. La sinfonía de mi vista. Mis oídos llenos para arrojar el sonido al mundo. Por la boca, por la boca, por la boca del pez.

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Escritora. Mar de nervios en esta carne contrahecha. Sentir, sentir, sentir. Y de ahí pensar. Y así decir. Y en todo eso vivir. Vivo colgada de la parte baja de la J en la palabra ojalá.
Ilustrador. Lo que nos da la propiedad de reyes o reinas es la vida misma y el hecho de que la vivamos personal e individualmente aun cuando sabemos que somos parte de un todo, aun cuando en los momentos más oscuros nos consuele saber que nuestras oscuras preguntas estén en la mente / espíritu / alma / esencia de otros. Esa virtud innata de vivir es fuertemente enriquecida con la virtud de dar vida, de ser nosotros mismos canales para la creación de nuevos mundos que se impongan a la cuestionante y finita realidad. Es allí donde creo confluir con este proyecto de creación colectiva, donde los ríos se cruzan aumentando su caudal para simplemente seguir irrigando (sí, también, por qué no, hasta llegar al mar).
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