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T.i.e.m.p.o.

Todos los días me espero.

Inclino mis párpados, lanzo mi anzuelo, abandono mis pies sobre los plateados agujeros negros que nadan mis horas. Estoy hecha de un metal que no traspasa paladares. Mis manos son una esperanza opaca, tenue, diminuta. Permanece mi calidad habitual de enana roja indetectable.

Observo el fondo y no encuentro la otra orilla de mi cuerpo.

 

 

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En una vida anterior fui encargada de un videoclub en Ciudad Juárez, actriz de teatro: bolero, ángel, diabla, preciosa ridícula, cantante, abogada, mujer fatal, vividora, loca, desahuciada, princesa, bruja, rata bailarina, niña, niño, tortuga, anciana…; modelo, ayudante de un mago y faquir, vendedora de amuletos cósmicos en ferias del pueblo, vendedora de tiempos compartidos, asistente de un psiquiatra bebedor, mesera con escote amplio, telefonista de call-center, paseadora de perros, guionista, correctora de estilo, redactora publicitaria y estratega de contenidos web. Ahora vivo reencarnada en mí.

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