El asunto de mi cabeza siempre ha sido curioso.
Al principio sólo me sirvió para darme de topes, pues tardé en entender este asunto de no poder traspasar la materia, cual dios inmortal que creía que era.
Un día, seguramente ya cansado de mi propia obstinación, vislumbré, por fin, que también había una puerta y no sólo paredes.
Una entrada a otro círculo del círculo, a un lóbulo desconocido en donde no existe otro yo más que el mío: realidad única sin soledad, sin miedo.
Y al final de cuentas todo este asunto de mi cabeza no es más que electricidad, electrones caprichosos, puentes de luz, luciérnagas de camino: mi sendero: el único. Realidad fluorescente: mi realidad: la única.