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Axis

Aerolito.
Justo a la salida de un cantar ingrato de lentos decibeles amarillos, te vi.
      Amanita.  Ligera         casi luna                     mujer-brillo

cocida a la tarde. Permanecí inquieto, no me notaron los pájaros envueltos
colorados         sueños                                   de leopardos

los callejones aparecidos, la noche imaginaria, el tráfico murciélago.
Tropecé con los cigarros
del sol
      ciego que bebía a sombras.
los chillidos ya verdes de la tarde    …    ni siquiera era viejo.

El pelo envuelto entre más pelo.        Azul: demonio

barriendo las ferias anaranjadas.
Anidados             <entre cuerpos>
convertidos ahora en los esperantes.

S u r c o s  de mi piel estrella,                           de  ella
sus constelaciones en la espalda.
    De eso: uvas animales.
    Gemidos caseros.                                   Hileras humanas.
Decidimos dominar el as. El delta. El axis.
C u l m i n a m o s        al    cielo
que enrojecido nos levantó hacia él.

    ”Hasta la luz se gasta, amado siervo”, dijo.
                         Al día siguiente lo volvimos a intentar.  

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Me enseñaron a escribir y a contar desde los tres años con ayuda de naipes, corcholatas de colores y revistas de ciencia. Mi televisión (de esas grandotas de madera ) no se veía, así que tenía que imaginarme lo que sucedía adentro, ¡oh imaginación! La poesía es como un sol, adentro, único y salvado: respirar de sus manos amigas, como de pájaros azules que se vuelan por el cráneo, pisar el pasto seco y el aroma acuarela de los mercados, decir con sus jaulas las negras olas desnudas que me toman por el brazo; el sol ondula por encima, como un pálido disco blanco enjuagado. Cuando no trabajo en mi laboratorio me gusta salir a caminar mucho y visitar el océano, ¡ah! y los efectos psicodélicos de las guitarras jaguar. Me gustan las puertas viejas y vencidas, los paseos sin sentido y el viento en la cara cuando voy en moto. No me gusta cortarme el cabello.
Ilustradora. Experta en llegar a casa sin dobladillo, hacerla de pepenador y mantener todo en absoluto desorden. “La Muñeca” (mote familiar que ganó al nacer por su tamaño convenientemente particular), se inclina por las artes gracias a los monos de perfil con grandes narices de su padre y a la famosa “libreta roja” de recortes y canciones su madre. Su incapacidad de recrear lo real nace a partir del “Alacrán, cran, cran” cuando, en lugar de una imagen, su madre pega uno real… Hace ilustraciones para revistas, libros para niños y de vez en cuando una que otra escultura con chicle o tela.
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