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El callejón de los cabos sueltos

Recuerdo haber leído alguna vez sobre un sitio en la ciudad en el que, sin razón aparente, las personas iban a parar algún día. Pensé que se trataba de una metáfora o un mito…

Un lunes, de esos que comúnmente todos odian (las resacas emocionales que dejó el fin de semana no se pueden curar así como así), caminé del trabajo a la casa. El cielo se hacía gris y, por temor a mojarme ante la inminente lluvia, tomé un atajo. Puse un playlist que armé hace unas semanas, un poco triste, melancólico. Los colores de la tarde me deprimieron más.

Mis pasos se tornaron lentos, y percibí un olor a café. Parecía que deambulaba y, con ese mismo ritmo, tomé una calle que no recuerdo haber visto antes. Tal vez ella me esperaba… Seguí el aroma hasta postrarme frente a una cafetería. Personas dispersas bebían solitarias en un ambiente fúnebre de tazas de cafeína. En sus ojos sin brillo vi la tristeza de amores no correspondidos, de esperanzas rotas. Todos compartían una pérdida que en ningún otro lado podían desahogar.

Sentí frío al descubrirme ahí, con ellos.

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Escritora. Observadora de la vida y los detalles. Me gusta compartir lo que veo, escribir con un ojo en lo real y el otro en lo imaginario.
Ilustrador. De manera que el único remedio, en espera de que llegue el asalto final, es volver la mirada a lo extraordinario, lo único que todavía nos puede salvar. –Walter Benjamin
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