Acompañada de noche y sombras
hago refugio de sábanas
y reviento anhelos en soledad.
El luto dejó estrías en la carne
y fósiles en la entrepierna,
pero hoy la luna me persigue húmeda
y se desnuda, lúbrica, entre mis manos.
Las falanges arrancan gemidos
en su recorrido hacia el sur
y anidan melodiosas entre selvas semicanas
hasta libar rocíos agridulces.
Las caderas se subliman en vaivenes
levantando llamaradas en preludio,
cuando el tiempo ya no existe.
Antes de que el fuego llegue,
el arco que dibuja mi espalda
resplandece entre umbrías.
Me bautizan temblorosas ascuas
este cuerpo de nombre olvidado.
Hoy soy sólo noche incendiada y convulsa:
agualumbre que se refleja en mis pupilas.