Decidí parar, dejar de hacer de mi condición razón de muerte. Detuve la poesía que exacerba el miedo y me volqué a conocer causas y efectos de mi apócrifa aflicción; la locura no iba a continuar de concubina mía, ingrata y seductora, de egoísta amante.
Y así, tomé distancia de la hoguera para cerrar los ojos y calmar el corazón. Ya se llevará la vida las cenizas, los pensamientos restantes de lo que fui.