Mientras hablabas de lo mucho que has hecho para ganar tu lugar en el mundo, yo te observaba y pensaba: «Creo que es poco lo que tenemos a esta altura en común. Poco me interesan tus historias y problemas. Poco sé sobre la niña que antes tanto me hacía reír».
«A veces hay que mirar a distancia y re-conocer a las personas», dijiste. “Es parte de crecer y madurar”. Con nada de dolor en mi corazón lo re-pienso y no sé si tengo el tiempo y quiero re-conocerte. Creo que la nueva tú no me gusta, pero la antigua tú tampoco.
En el fondo siempre ha sido así. ¿Cómo es que dos personas tan distintas pueden convivir por tanto tiempo? ¿Cómo es que hasta ahora me doy cuenta de que mi vida nunca te interesó para nada? Era yo la que escuchaba, la que decía, la que te achuchaba cuando peor te sentías. Y yo me quedaba tranquila, sabía entonces que había sido una buena amiga.
Pero ahora que lo miro a distancia veo que todo el centro de nuestra amistad siempre fuiste tú: la que necesitaba un hombro, un consuelo, una buena jarra pa’ olvidar. Yo, como buena acuariana, decía que todo estaba bien. La felicidad casi, casi, viene implícita en mi personalidad, ¿qué iba a yo a necesitar si siempre estoy sonriendo? Lo dijiste tantas veces que me lo creí. Era tu pretexto para no aguantar todas las historias sobre mi padre y los problemas de familia. Me hiciste creer que todo estaba bien conmigo para no escuchar.
Esa noche, tras cuatro horas de verte tomar vino blanco y esperar a que el hielo en mi vaso se hiciera líquido, me di cuenta de que ya no te quería, de que ya no te/me necesito/as. Me di cuenta de que tus problemas son demasiado pequeños para mis consejos y de que mi hombro es muy reconfortante para tus lágrimas. Se me acabaron las alabanzas, los elogios. Cuando tenías 15 años bastaba con que te diera un póster de aquel grupo que nos gustaba tanto. Hoy me pides todo: mi tiempo, mi espacio, mi lengua, mis oídos, mis noches, mis tardes, mis desveladas, mis pulmones… Estoy agotada y con los ojos bien abiertos y sin lágrimas te lo digo: Ya no quiero ser tu amiga, espero que lo entiendas y que un día cuando mires a la distancia te des cuenta de que el tiempo que perdiste tratando de re-conocerme hubieras podido ocuparlo en conocerme. Soy una gran amiga y tú no lo supiste reconocer.