Era la primera vez que meditaba. Andrea me había dicho que lo necesitaba, que calmaría mi insomnio y mi mal genio. Me dijo, después de varios meses de insistir, que si no lo intentaba se iría de la casa porque quería paz.
Entonces estoy aquí. Frente a esta maestra amiga suya, que es muy guapa, intentando concentrarme en cualquier cosa que no sean sus tetas, que son enormes.
Cierro los ojos e intento seguir sus palabras, tiene una voz cálida… hasta dulce…
¡Cómo tengo ganas de quitarle el brasier! Besarle los pezones, chuparlos hasta que le queden rojos y duros. Respiro profundo y estoy angustiado.
Regreso a la música y a ella. Siento un calor intenso en la espalda, sudo mucho. Veo a un hombrecito verde, feliz, en paz. Sé que soy ese hombre y que soy así gracias al susurro suave de esta mujer, a su cuerpo bello, a algo que emana de ella.
Ahora tengo ocupadas las noches del lunes, miércoles y viernes. En un mundo lleno de pájaros hay un hombre que persigue una voz a la que ama intensamente y es feliz.
Andrea está contenta. Dice que por fin duermo bien.