Y aquí estoy, otra vez…
Acechando en la oscuridad, el viso donde se librará la batalla, la potencia que podrá quebrar la indócil materia. Esperando el desgarramiento de esa pétrea frialdad sin poros que ponga fin a este confinamiento. Aquí estoy, al acecho de tu fragilidad, con los ojos sedientos de color, leyendo la herida que alumbrará contrastes.
Otra vez,
la piel despabilándose con la caricia del agua. Dúctil jabón en el sueño de la ducha, penetrado por el agua que traza ríos en su cuerpo. Impresión de luz y vida, vigilia de contacto, brillando el mundo en mis ojos.
De
ves envés,
ese bajo continuo, esa música me recobra. Siempre hay un reverso a contraluz, el reflejo de un matiz, una red que tamiza y cierne.
Algo se quebró dentro. Con el amanecer y el viento frío, la tónica anímica, mi sensibilidad se abrió y mi cuerpo, atravesado por la luz. La piel pulverizada, desgranada, horadada por los disparos de corpúsculos ondulatorios. Se tornó un tejido baladí, dejó de ser frontera, casi velo transparente, un cristal sin secretos.
Mi fragilidad me acechó, gozo de indefensión, de placer de serpiente y camaleón, mudando de fronteras y piel, con el mundo en la carne.