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B8ZS-3 (beta)

La seguridad digital es un asunto que nos compete a todos. Las medidas para garantizar que nuestros datos, los importantes, están resguardados nunca serán suficientes. Pero tenemos que seguir tratando. Tenemos que encontrar la manera en que ningún virus, ningún hacker, ningún algoritmo nos derrote. Los discos de 3 ½ son viejos, por eso nadie sospechó. A quién se le hubiera ocurrido que esos plásticos demasiado grandes para la era del dispositivo diminuto, tendrían las claves de toda una civilización. Y entonces la inventaron a ella. Tenía que ser una fémina por el asunto de las ranuras. Los machos tienen las ranuras más recónditas pero también más censurables. Todavía, en el crisol de los códigos binarios, soportamos mejor la idea de una vagina. Después de todo su función es dejarse introducir información. Somos patanes digitales, pero sólo así sobrevive el futuro que no veremos y que nos importa porque nos debe importar. No hay nada fuera de los códigos. No hay nada fuera de los números. Las plantas son camuflaje para una humanidad marchita. Eso que brilla a lo lejos, ya no es la luna. Claro, le dimos aspecto de piel para ganar la confianza de los usuarios, también por eso la vagina. De lo que nos queda de humanidad aún conservamos el escándalo ante el pene. Perdón, no quise decir esa palabra. Por eso la cybervagyna. Por eso las y griegas. Por eso y por el sueño de las civilizaciones perdidas, fantasías de viejos cuando la vejez existía. Lo que importa es el código, la información cifrada, la encriptación. En criptación. El código funciona.

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Escritora. Mar de nervios en esta carne contrahecha. Sentir, sentir, sentir. Y de ahí pensar. Y así decir. Y en todo eso vivir. Vivo colgada de la parte baja de la J en la palabra ojalá.
Ilustrador.
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