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Buenos amigos

Abordé el taxi y le pedí al chofer que se dirigiera al hospital lo más rápido posible. Fingí estar alterado, con esa actitud que invita a quien se encuentre cerca a preguntar sobre los motivos de su visita al médico. Él, por supuesto, me preguntó enseguida si era grave el asunto. Le inventé la muerte de un familiar.

—Uno nunca se acostumbra a estas noticias.

Me sugirió que tomara las cosas con calma y trató de confortarme con una historia personal muy parecida a la que yo había inventado, cosa que acepté de buen modo; incluso comencé a contarle un poco la historia de mi vida, como acostumbramos hacer todos los parlanchines cuando buscamos poner la atención en otro lado.

—¿Sabe? Yo viví en esta colonia toda mi infancia. Hace años, esto era las afueras de la ciudad y casi nadie venía para acá. Sobre todo porque nadie sabía de su existencia. Era un lugar muy tranquilo. Hasta vacas había.

Ambos reímos como si recordáramos esos viejos tiempos con claridad, aunque estuvieran ya tan lejos. El resto del trayecto lo pasamos en un silencio muy cómodo, confiando en que la risa nos había relajado.

En cuanto el hospital entró en el horizonte, le pedí que se orillara.

—¿Sabe? Yo morí en ese hospital —le confesé mientras hacía la pantomima de buscar dinero para pagarle.

Me dijo que no me preocupara, que ni siquiera había puesto el taxímetro. Ambos reímos largo rato en cuanto me confesó que él también había pasado a mejor vida en ese viejo edificio. Ahora, cada que nos encontramos por la calle, soltamos una carcajada y nos saludamos de lejos, antes de seguir cada quien su camino. Es un buen amigo.

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Músico, escritor, lector, cinéfilo, melómano, hijo, primo, hermano y amigo nacido en la ciudad de México un hermoso y soleado miércoles 29 de febrero de 1984. Gusta de todas las formas de la imaginación y del humor sin discriminación alguna. También disfruta ocasionalmente de una buena novela policiaca. Sostiene que la escritura literaria es una búsqueda donde la voz del escritor debe ser la única constante. En alguna reunión llegó a afirmar: “Puedo suscribirme a cualquier corriente de pensamiento, siempre y cuando sea lo bastante corriente”. No ha recibido ninguna distinción literaria, pero ha otorgado dos títulos de “Abuela Honoris Causa” hasta el momento. El primero a Susan Sontag por su labor crítica y, sobre todo, por esta fotografía; el segundo a Wisława Szymborska por su obra poética y por la persona que imagina detrás de esos poemas. Participó en el proyecto de investigación de literatura policiaca “Crimen y ficción”. Actualmente escribe una columna mensual de cine para la revista Síncope, mantiene el blog “Antología (no tan) arbitraria de textos” y toca la guitarra en la banda mexicana de swing Cotton’s.
Soy grafitero, autodidacta. Empecé a pintar hace aproximadamente 4 años de manera ilegal, para luego enfocarme en pintar de manera un poco más elaborada. También fui buscando algunas alternativas nuevas hasta llegar a la ilustración digital. Mi trabajo está basado en lo místico y religioso, en dualidades y deidades. Técnicamente me gustan las cosas mixtas y poder jugar con varias herramientas en un solo proyecto, pero sólo me gusta si es análogo. En mi trabajo digital me gusta usar únicamente la computadora, sin ninguna técnica extra.
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