En un futuro no muy lejano tú tendrás menos cabello, yo tendré más canas. Nuestras orejas habrán aumentado de tamaño y las arrugas, probablemente, deformen nuestros rostros.
Seremos dos seres distintos después de todo lo andado y lo aprendido. Hablaremos distinto y pensaremos que la música está muy alta y es más agresiva. Saldremos menos a la calle y tomaremos siestas hasta que los ojos se nos queden pegados de tanta lagaña.
Estaremos más solos que ahora y nuestros perros se habrán ido, también nos habremos despedido de muchos amigos y cada ausencia dolerá un poco menos gracias a la costumbre.
Te enojarás más por cosas menos importantes; cocinaré poco y con menos sal; seguro habremos perdido un poco el gusto luego de seguir fumando tantos años aunque siempre repitiéramos que ya lo íbamos a dejar.
Pronto, no sé cuándo exactamente, pero dentro de algún tiempo, seguiremos viendo películas por las noches, pero nos quedaremos dormidos a la mitad; tú seguirás roncando y yo moviéndote cada seis segundos para callarte y poder conciliar el sueño; estarás más pesado y nos despertaremos más seguido para ir al baño.
Irremediablemente seremos viejos, nos convertiremos en polilla, oleremos a humedad, pero seguiremos viéndonos con la misma complicidad; seremos como hasta ahora, solo tú y yo y el olor de nuestras sábanas que siempre conservará nuestro calor, el mismo calor con el que te estrujo y te acurruco hasta perder la fuerza.
En un futuro, amor mío, por estar tan cansados nos hablaremos menos, pero estoy segura de que a pesar del tiempo, las arrugas y los pellejos, en ese futuro como en este presente y para siempre, nos querremos más.