Skip to content

Crisálida

Más que manchas, eran formas simétricas producidas por el doblez del papel a la mitad. A algún listo, de apellido Rorschach, se le ocurrió que podrían convertirse en un diagnóstico sobre el funcionamiento psíquico del evaluado. «¿Qué ve aquí?», le preguntó el Doctor H., y el paciente con el turno no. 34 supo que lo más sencillo era jugar a la interpretación popular.

Conforme el Doctor H. le mostraba las imágenes, describió cosas hermosas; las ordinarias, aquellas cosas normales que mamá le recalcaba sobre la gente cuerda y que él no hacía, sobre todo cuando comenzó a llevar orugas infestadas de larvas a casa. «¿Por qué lo haces?». Sin responder, se las dejaba sobre su ropa como si se trataran de una ofrenda; también mantuvo en observación a otra hasta que los capullos de avispa eclosionaron.

No hubo explicaciones. Las pieles de oruga sucedieron a los cuerpos infectados y los capullos a los restos de cubierta quitinosa. Su madre era una crisálida y cada mañana la encontraba más cercana a la metamorfosis. Un día, sólo ocurrió: una mariposa gigante le sirvió su cereal.

La transformación de papá a mamá había terminado.

 

Una hora después, no. 34 concluyó la prueba con las respuestas más comunes y obvias. Tal vez lo calificarán como sano o tal vez condicionarán su mirada para que no explore en la realidad subyacente de las manchas.

Loading
Escritora. Cafeinómana, observadora, insomne. De ser trapecista caminaría todo el tiempo por las orillas.
Ilustradora. Fragmentando ideas, recorriendo el mapa interior. Jugando con las posibilidades de los espacios en blanco.
Anterior
Siguiente

No pares, ¡sigue leyendo!

Llamada

Llamada

En mi breve catálogo de sueños existe uno en especial que me trae malos recuerdos. En él, contesto un viejo teléfono que tiré…

Confiando en el etéreo

Confianza

La página web era lo único que le quedaba al escritor, pero nadie lo sabía y ese era el problema: ya nada lo…

Volver arriba