Mi cuidad se perdió en la foto de una Kodak.
Esta que ves no es mi ciudad, ni mis calles.
Los automóviles siguen pasando rápido y los mendigos
aunque más viejos son los mismos, me lo dicen sus ojos,
sus manos con olor a aguardiente y su olor a caramelos de leche de cabra.
Extraño la ciudad, el campo, la noche y el olor del café
es algo inimaginable, pero la ciudad está hecha de colores
artificiales, hombres y mujeres van a aplastarse en el metro,
de ese caldo debe salir algo más que el ganado de la pobreza.
Extraño el campo, lo extraño con furia.
Paso por las carnicerías saludando con la cabeza
a las vacas pintadas en los establecimientos.
Estoy tan enamorada de esto, que puedo alzar la cola de un caballo
y oler todo lo del campo que tenga ahí.
Este pueblo, no es mi pueblo,
el santo está quebrado al rincón de la iglesia,
los niños juegan con pistolas de plástico
a matar todo lo que se mueva. Hemos acabado
con la última procesión. El último torito ya ha explotado.
Mi pueblo se perdió en el lente de una Kodak,
en ausencia de su enemigo,
la playa ha ganado terreno,
el mundo se está perdiendo
bajo el tuerto sol del atardecer.