Volverá el silencio y, peor que si estuviéramos muertos, va a olvidársenos que alguna vez caminamos bajo el sol respirando un aire de lavanda. Llegará entonces la noche y no se irá nunca más.
Algunos, los más pequeños, preguntarán quién es ese de ahí que cuelga del infinito, pero nadie habrá de contestarles porque nadie querrá recordar.
Se irá el viento y el agua nos sabrá a metal. No volveremos a ver una flor o un insecto o una luz, mientras los pies se nos hacen pedazos y las manos se nos vuelven de alambre.