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EL FANGO, Restaurante – Bar

Abofeteó con su mirada a todos los que estaban sentados y con sus tetas le sumó una gota más de desesperación a las encorvadas espaldas y a los tragos baratos de miércoles en la tarde.

El bar la recibió como un muerto recibe una noticia: párpados medios, ojos vidriosos, musgo en el tacto, un poco de necrosis y nada de asombro. Ella no se desanimó, penetró como ganzúa en costillar desprevenido, atravesó aquella ambigüedad tan olorosa a sobaco orinado y se dirigió hasta la parte de atrás del diminuto local mientras sacaba la vieja pistola.

Era perfecto.

En una maniobra ostentosa intentó subirse a la mesa de un salto, girar pistola en mano y gritarles en full slowmotion a los siete miserables clientes que había allí que se fueran bajando de cualquier artefacto de valor que portaran. Intentó, porque lo que ellos siempre recordarían entre tragos de amistad es que una tarde entró una joven hermosa que corrió hasta la mesa dañada del fondo, saltó y se disparó por accidente en la cabeza cuando el mueble se terminó de romper. Aún recuerdan -y brindan por ese recuerdo- cómo todos quedaron absolutamente salpicados y cómo don Horacio, el dueño, les regaló todo el trago que quisieran mientras esperaban a la policía.

Escritor/Ilustrador.
Diseñador gráfico alma vendida, hedonista de bolsillo vacío, activista de la pereza y los vicios solitarios, nacido en tierra de nadie Santiago de Cali, prosperó en la vida alegre y fue criado en modo experimental, casi como un hámster de ritmos tropicales, con la ternura y los dientes necesarios para dar un par de puñaladas de cariño y el justo pelito afelpado de la embriaguez.

Cree que el juicio es una trampa, la cerveza es una dicha y el humor confunde al tiempo; cree que el dinero es para los amigos, los genitales para el viento tibio y un vaso de licor con hielos para mantener el equilibrio en cualquier ocasión que valga la pena.

Dibuja desde siempre, con disciplina de borracho -tinta y mugre- y nunca termina nada, no sabe de finales ni de principios ni de la ciencia exacta del éxito. Pero sabe caminar por ahí, encontrando compinches que han iluminado las vueltas de su vida, y le escuchan sus teorías de viejo impertinente, iconoclasta y prostático, a cambio del poco tiempo que nos queda.

Amén.

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