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El inquilino

Francis Ford Coppola marcó mi infancia con su versión fílmica de Drácula: el príncipe, el empalador, el fantasma transgresor de doncellas. Desde entonces me perturbó la idea de ser poseída por algo sobrenatural, lo que fuera.
Pasaron los años. Te conocí.
Llegaste a mi posada una noche. Algo tenías de siniestro que no hubiera sido extraño que te parecieras a Bela Lugosi o Lon Chaney Jr. Imaginé una de esas escenas en las que un hombre solitario pide una habitación y paga dos meses por adelantado. Luego, un trueno vibró en las paredes. Te entregué las llaves del cuarto y me susurraste las buenas noches al oído.
Supe que irías por mí tras la desaparición del último huésped, y no me equivoqué. Para que ocurriera algo entre tú y yo, primero tenías que deshacerte de todos los testigos posibles y como los detectives me habían dejado al cuidado de un solo policía, entonces sería fácil.
El día que hubo luna llena bajaste enloquecido, te fuiste sobre mi protector y yo grité horrorizada como la dama en peligro que nunca fui.
Comenzó a llover, corrí hacia los jardines y tropecé mientras huía. Nuestra historia de horror casi llegó a la perfección cuando me perdí en un laberinto de arbustos.
Lograste acorralarme después de jugar a las escondidas.
Me desgarraste el vestido.
Nos precedieron los gruñidos y las arcadas y mis piernas extendidas al límite máximo.
En ese momento llegué a creer que tu perversidad provenía de la licantropía, pero sólo resultaste ser un hombre corpulento, visceral y velludo.
Una decepción. El ocaso de mi fantasía.

 

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Escritora. Cafeinómana, observadora, insomne. De ser trapecista caminaría todo el tiempo por las orillas.
Ilustradora. Mujer a la que le cuesta trabajo describirse en pocas palabras, pero que en un intento de ello podría decir que es mitad mariposa, mitad escorpión. Buscadora incansable del placer de vivir, cazadora de sombras, recolectora de cristales, espía de ventanas, coleccionista de reflejos, soñadora, viajera, filósofa y psicoloca frustrada, apasionada, sensible ante cualquier estímulo, observadora compulsiva, amante del amor, de la humanidad, de las bellas artes, del erotismo, del conocimiento, de la naturaleza, de cualquier cosa que despierte su asombro y creatividad. Cree en la humanidad y en el arte como productor de conciencia social. Canta, dibuja, escribe y toma fotos para sentirse más viva.
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