Las puntas de los dedos, las palmas. El ojo fragmentado en un gesto de aguja y sólo algunos hechos. El recuerdo del tacto y la brevedad del frío. Los ojos entornándose, los movimientos lentos, los labios en los pliegues. Esa locura brusca, el cíclope. Una mirada ciega y por entre las ramas devorándose en un anuncio de muerte prematuro. Mirar detrás del ojo: espantos. Allá al fondo está el hambre: la púrpura, los hilos, insectos de otra hora.
