A los seis meses, Emiliano Gael, ya comía huevito con tocino, eso y su Kinder Delice. Estaba bien bonito, mijo, con sus piernotas que apenas y le entraban los calcetines. Bien chillón y tragón que era: en las noches su mamilota de leche con un Gerber disuelto y luego luego despertando, jamoncito o unos bombincitos de fresa ¿te acuerdas?
La primera vez que probó el chicharrón, hasta gritaba para que le diéramos más y fácil sí se comió unos cien gramos. Yo me acuerdo que el chicharrón mi mamá lo repartía entre mis hermanos mayores porque nomás compraba poquito poquito y si no, no se llenaban. Pero mijo que coma lo quiera. Ni modo que pase hambres como yo.
Míralo ahorita, ya anda ahí busque y busque en el refri la tortita que sobró de anoché, el canijo se cenó una torta y media de pastor y sus Chococrispis. Yo le digo mi «Súper gordito» y el dice que de grande quiere ser un osito de la Coca Cola.