Con el cuerpo ausente entre paredes a campo abierto, atadas las manos; con espasmos de eternidad que en el azul ascienden igual que pesadillas.
La vida llenándose sin sentido entre la calma y el juego siempre siniestro de la consciencia, entre el cansancio y la locura, con la memoria como una ventana hacia la oscuridad siempre abierta.
Nadie sobra en este vals.
Terapias, condiciones, quietud artificial. No se puede vivir dando la cara a la verdad sin caer inmerso en la locura hasta los huesos, sin la fantasía y un toque de mentira… no sin una historia que contar.