Elusté Doyo se encuentra cada día en el breve oleaje que le refleja desde el recipiente de ocasión. Contempla con afán los mares rojos, golfos amarillos y océanos traslúcidos cuyas mareas controla y absorbe como luna supernova.
Las doctrinas filosóficas, sociales y antropológicas se fusionan en él. El tiempo pierde sus manecillas, la materialidad abraza el sinsentido y su humanidad retrocede unos quince mil años. Se convierte en Dios, se convierte en inmortal, alienígena, aborigen, estrella y prestidigitador. La ropa está de más, el decoro es abandonado en la puerta de un orfanato y la verdad encandila soezmente.
Elusté Doyo baila desnudo mientras controla el universo y deambula con pequeñas creaciones de barro que conoce bajo luces fatuas y eléctricas. Elusté Doyo canta como sirena y adopta el sex appeal de Brad Pitt mientras su creciente melena le otorga la fuerza de Hércules. Elusté Doyo es una fuente de energía que no irradia y siente nada excepto amor y felicidad. Elusté Doyo habla con los animales y es capaz de detener la rotación de la tierra y a veces, como supermán, logra invertirla para saborear un poco más los momentos pasados.
Elusté Doyo comprende que no hay nada en la ilógica existencia más que la inverosímil y endeble razón que le habla desde detrás de la frente y, por eso, su fantasía favorita es la de convertirse en un continente cuyas playas son labios que besan continuamente la sangre de Cristo y el orín de caña.